La terapia de la vida diaria de la escuela Higashi, que surgió en una guardería de Tokio, Japón, en 1964 de la mano Kiyo Kitahara.
Encontré esta escuela, durante el proceso de selección de información para una investigación sobre diferentes intervenciones psicopedagógicas, métodos, modelos, para alumnado TEA. Me pareció muy interesante, porque para él, el objetivo último es desarrollar el potencial de cada uno y su dignidad.
Ellos entienden que se debe presentar una educación holística, con tres bases principales: ejercicio físico vigoroso (para regular los ritmos biológicos, mejorar la salud, aumentar la concentración, mejorar el conocimiento del entorno), estabilidad emocional y estimulación intelectual.
Con estas bases se pretende sin medicación, lograr que el infante se sienta feliz y sano, y por ende, él ha de experienciar activamente y sentirse libre, estableciendo vínculos afectivos con los educadores, fomentando a su vez un entorno vibrante y energético. El currículo que se les presenta es multicolor, totalmente interdisciplinar, acorde a su edad. Se resalta el uso de las dinámicas grupales, para favorecer la participación, las relaciones, mediante el juego, secuencias naturales y promoviendo los eventos comunitarios (trabajando así la ciudadanía, derecho que se les priva).
Este método ha suscitado mucho nuestro interés, no es muy sonado, pero se adecua a nuestros intereses y entendimientos, pues da mucha importancia a las artes visuales y la música, porque el saber apreciar la belleza del arte fomenta apreciar mejor el entorno y deleitarse con él. Además, se centra en la relación de “amor”, para poder cambiar la conducta del infante. Asimismo, fomenta la autorregulación y el desarrollo de las fortalezas, sin responder de manera desagradable a las conductas no deseadas.
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